sábado, 19 de abril de 2014

EL VIA CRUCIS, RELATADO POR LA BEATA ANA CATALINA EMMERICH- SEXTA ESTACION






SEXTA ESTACION: LA VERONICA LIMPIA EL ROSTRO DE JESUS.
 
Adoramos te, Christe, et benedicimus tibi.
Quia per sanctam crucem, team redemisti mundum.

La escolta entró en una calle larga que torcía un poco a la izquierda, y que estaba cortada por otras transversales. Muchas personas bien vestidas se dirigían al templo, pero algunas se retiraban a la vista de Jesús, por el temor farisíaco de contaminarse; otras mostraban alguna compasión. Habían andado unos doscientos pasos desde que Simón ayudaba a Jesús a llevar la cruz, cuando una mujer de elevada estatura y de aspecto imponente, llevando de la mano a una niña, salió de una bella casa situada a la izquierda, y se puso adelante. Era Serafia, mujer de Sirac, miembro del Consejo del Templo, que se llamaba Verónica, de Vera Icon (verdadero retrato), a causa de lo que hizo en ese día. Serafia había preparado en su casa un excelente vino aromatizado, con la piadosa intención de dárselo a beber al Señor en su camino de dolor. Salió a la calle, cubierta de su velo; tenía un paño sobre sus hombros; una niña de nueve años, estaba a su lado, y escondió, al acercarse la escolta, el vaso lleno de vino. Los que iban delante quisieron rechazarla; mas ella se abrió paso en medio de la multitud, de los soldados y de los alguaciles, y llegando hasta Jesús, se arrodilló, y le presentó el paño extendido diciendo: ``Permitidme que limpie la cara de mi Señor´´.
 El Señor tomó el paño, lo aplicó sobre su cara ensangrentada, y se lo devolvió, dándole las gracias. Serafia, después de haberlo besado, lo metió debajo de su capa, y se levantó. La niña levantó tímidamente el vaso de vino hacia Jesús; pero los soldados no permitieron que bebiera. La osadía y la prontitud de esa acción habían excitado un moviento en la multitud, por los que se paró a la escolta como unos dos minutos.


Verónica había podido presentar el sudario. Los fariseos y los alguaciles, irritados de esta parada, y sobre todo, de este homenaje público, rendido al Salvador, pegaron y maltrataron a Jesús, mientras Verónica entraba en sus casa. Apenas había penetrado en su cuarto, extendió el sudario sobre la mesa que tenía delante, y cayó sin conocimiento. La niña se arrodilló a su lado llorando.
Un concocido que venía a verla la halló así al lado de un lienzo extendido, donde la cara ensangrentada de Jesús estaba estampada de un modo maravilloso. Se sorprendió con este espectáculo, la hizo volver en sí, y le mostró el sudario delante del cual ella se arrodilló, llorando y diciendo: ``Ahora lo quiero dejar todo, pues el Señor me ha dado un recuerdo´´. Este sudario era de lana fina, tres veces más largo que ancho y se llevaba habitualmente alrededor del cuello: era costumbre ir con un sudario semejante a socorrer a los afligidos o enfermos, o a limpiarles la cara en señal de dolor o de compasión.
Verónica guardó siempre el sudario a la cabecera de su cama. Después de su muerte fue para la Virgen, y despueés para la Iglesia por intermedio de los Apóstoles.

PADRE NUESTRO, AVE MARIA Y GLORIA.
 
JESÚS, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.
Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.

No hay comentarios:

Publicar un comentario