viernes, 18 de abril de 2014

EL VIA CRUCIS, RELATADO POR LA BEATA ANA CATALINA EMMERICH-PRIMERA ESTACION



PRIMERA ESTACION: JESUS CONDENADO A MUERTE

Adoramos te, Christe, et benedicimus tibi.
Quia per sanctam crucem, team redemisti mundum.

Cuando los judíos, habiendo pronunciado la maldición sobre sí y sobre sus hijos, pidieron que esa sangre redentora, que pide misericordia para nosotros, pidiera venganza contra ellos; Pilatos mandó traer sus vestidos de ceremonia, se puso un tocado, en donde brillaba una piedra preciosa y otra capa. 
Estaba rodeado de soldados, precedido de oficiales del tribunal y por delante tenía un hombre que tocaba la trompeta. Así fue desde su palacio hasta la plaza, donde había, enfrente de la columna de la flagelación, un sitio elevado para pronunciar los juicios. Este tribunal se llamaba Gabbata: era una elevación redonda, donde se subía por escalones. 
Muchos de los fariseos se habían ido ya al templo. No hubo mas que Anás, Caifás y otros veintiocho, que vinieron al tribunal cuando Pilatos su puso sus vestidos de ceremonia. Los dos ladrones también fueron conducidos al tribunal, y el Salvador, con su capa colorada y su corona de espinas, fue colocado en medio de ellos. 
Cuando Pilatos se sentó, dijo a los judíos: ``¡Ved aquí a vuestro Rey!´´; y ellos respondieron: ``¡Crucificadlo!´´
``¿Queréis que crucifique a vuestro Rey?´´, volvió a decir Pilatos.
``¡No tenemos más Rey que César!´´ gritaron los príncipes de los sacerdotes. Pilatos no dijo nada más, y comenzó a pronunciar el juicio. Los príncipes de los sacerdotes habían diferido la ejecución de los dos ladrones, ya anteriormente condenados al suplicio de la cruz, porque querían hacer una afrenta más a Jesús, asociándolo en su suplicio a dos malhechores de la última clase. Pilatos comenzó por un largo preámbulo, en el cual daba los nombres más sublimes al emperador Tiberio; después expuso la acusación intentada contra Jesús, que los príncipes de los sacerdotes habían condenado a muerte, por haber agitado la paz pública y violado su ley, haciéndose llamar Hijo de Dios y Rey de los judíos, habiendo el pueblo pedido su muerte por voz unánime.
El miserable añadió que encontraba esa sentencia conforme a la justicia, él, que no había cesado de proclamar la inocencia de Jesús, y al acabar dijo: ´´Condeno a Jesús de Nazareth, Rey de los judíos, a ser crucificado´´; y mandó traer la cruz.

Me parece que rompió un palo largo y que tiró los pedazos a los pies de Jesús. Mientras Pilatos pronunciaba su juicio inicuo, vi que su mujer Claudia Procla le devolvía su prenda y le renunciaba. La tarde de este mismo día se salió secretamente del palacio, para refugiarse con los amigos de Jesús. Ese mismo día, a poco tiempo después, vi a un amigo del Salvador grabar sobre una piedra verdusca, detrás de la altura de Gabbata, dos líneas donde había estas palabras: Judex Injustus, y el nombre de Claudia Procla. Esta piedra se halla todavía en los cimientos de una casa o de una iglesia de Jerusalén, en el sitio donde estaba Gabbata. Claudia Procla se hizo cristiana, siguió a San Pablo, y fue su fiel discípula.

Los dos ladrones estaban a derecha y a izquierda de Jesús: tenían las manos atadas y una cadena al cuello; el que se convirtió después, se mantuvo desde entonces tranquilo y pensativo; el otro, grosero e insolente, se unió a los alguaciles para maldecir e insultar a Jesús, que miraba a sus dos compañeros con amor, y ofrecía sus tormentos por la salvación. Los alguaciles juntaban los instrumentos del suplicio, y lo preparaban todo para esta terrible y dolorosa marcha.
Anás y Caifás habían acabado sus discusiones con Pilatos: tenían dos bandas de pergamino con la copia de la sentencia, y se dirigían con precipitación al templo temiendo llegar tarde.

PADRE NUESTRO, AVE MARIA Y GLORIA.

JESÚS, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.


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