jueves, 18 de julio de 2013

LA COMUNION ESPIRITUAL








La Comunión Espiritual es la reserva de la Vida y Amor Eucarístico, siempre disponible para los amantes de Jesús Eucarístico. Por medio de la Comunión Espiritual, se satisfacen los deseos voraces del alma que quiere estar unida a Jesús, su Esposo. La Comunión Espiritual es una unión de amor entre el alma y Jesús en la Hostia. Esta unión es espiritual, más sin embargo, es real, más real que la unión entre el alma y el cuerpo, "porque el alma vive más donde ama que donde vive," dice San Juan de la Cruz. Fe, Amor y Deseo. Como es evidente, la Comunión Espiritual asume que tenemos fe en la Presencia Real de Jesús en el Tabernáculo. Implica que quisiéramos la Comunión Sacramental, y demanda gratitud por el regalo que nos hace Jesús en este Sacramento. Todo esto se expresa simple y brevemente en la formula de San Alfonso: 

"Creo Jesús Mío que estás real y verdaderamente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte dentro de mi alma, más ya que no lo puedo hacer en este momento sacramentalmente ven por lo menos espiritualmente a mi corazón. (Pausa) Como si ya te hubiese recibido, yo me abrazo y me uno totalmente a Tí. Nunca, nunca permitas que me separe de Tí. Amen" 

La Comunión Espiritual, como nos enseña Santo Tomás Aquino y San Alfonso Liguori, producen efectos similares a la Comunión Sacramental, de acuerdo a las disposiciones con que se hace, la mayor o menor vehemencia con que se desea a Jesús y se le tributa la atención que merece. Una ventaja especial de la Comunión Espiritual, es que la podemos hacer tantas veces como queramos,- aun cientos de veces al día;- cuando queramos,- aun en la noche avanzada;- y donde queramos,- aún en el desierto, o viajando en un avión. 

Es oportuno hacer una Comunión Espiritual especialmente cuando asistimos a la Santa misa, y no podemos recibir a Nuestro Señor sacramentalmente. Al recibir el sacerdote su Sagrada Comunión, nuestra alma debiera compartir de ella, invitando a Jesús a nuestro corazón. De este modo, toda Misa que oímos está completa, con el Ofertorio, la Consagracíon Sacrificial y la Sagrada Comunión. Los dos Calices. 

El mismo Jesús dijo a Santa Catarina de Siena en una visión, lo preciosa que es la Comunión Espiritual. La Santa temía que la Comunión Espiritual era nada, comparada con la Comunión Sacramental. 

En la visión, Nuestro Señor sostenía dos Ciborios, y decía: "En este Calíz dorado, pongo tus Comuniónes Sacramentales; y en este Cáliz de plata, tus Comuniónes Espirituales. Los dos Ciborios me son muy agradables." 

Y en una ocasión, Nuestro Señor dijo a Santa Margarita María Alacoque cuando ella se encontraba dirigiéndole tiernos suspiros en el Tabernáculo: 

"Amo tanto el deseo de un alma de recibirme, que me apresuro a venir a ella cada vez que me llama con sus anhelos." No es muy dificil el ver cuánto aman los Santos la Comunión Espiritual. Esta satisface, al menos en parte, los deseos ardientes de unirse con su amado. Mismo Jesús dijo: "Permaneced en Mí, y Yo en vosotros" (Jn. 15:4). No había otra manera de quietar los tiernos deseos que ardían en los corazones de los Santos. "Como el ciervo ansía las corrientes de agua, así mi alma suspira por Tí, Oh Dios, porque mi alma tiene sed de Dios." (Sal. 41:2) Este es el suspiro de amor de los Santos. 

Santa Catarina de Genova exclamaba:
 "Oh querido Esposo (de mi alma); tanto ansío la algría de estar Contigo, que me parece que si muriera, volvería a la vida solo para recibirte en la Sagrada Comunión." 

La Beata Agueda de la Cruz sentía una necesidad tan aguda de vivir siempre unida a Jesús en la Eucaristía, que recalcaba: "Si el Confesor no me hubiera enseñado a hacer Comuniónes Espirituales, no hubiera vivido." 

Igualmente para Santa María Francisca de las Cinco Llagas, la Comunión Espiritual era el único alivio del dolor tan agudo que sentía cuando fué encerrada en casa, lejos de su amado Señor, y especialmente cuando se le prohibió recibir la Sagrada Comunión. En tal ocasión, salía a la terraza de su casa, y mirando en dirección a la Iglesia, suspiraba entre lágrimas: "Felices los que hoy te han recibido en el Santo Sacramento, Oh Jesús. Benditas las paredes de la Iglesia que guardan a mi Jesús. Benditos los sacerdotes quienes están siempre cerca del mas adorable Jesús." Solo la Comunión Espiritual podía satisfacerla un poco. 

Durante el día. Este es uno de los consejos que el Padre Pio de Pietrelcina dió a una de sus hijas espirituales: "Durante el transcurso del día, cuando no te es permitido hacer otra cosa, llama a Jesús, aún en medio de todas tus ocupaciones, con un suspiro resignado del alma, y El vendrá y permanecerá siempre unido con tu alma por medio de Su Gracia y Su Santo Amor. Haz un vuelo espiritual hasta frente el Tabernáculo cuando no puedas estar ahí con tu cuerpo, y ahí derrama los deseos ardientes de tu espíritu y abraza al Amado de las almas mejor que si se te hubiera permitido recibirlo sacramentalmente." 

También nosotros, saquemos provecho de este gran don. ¿Durante los momentos en que se nos pone a prueba o nos sentimos abandonados, por ejemplo, que puede ser más valioso para nosotros que la compañía de Nuestro Señor Sacramentado, por medio de la Comunión Espiritual? Esta práctica santa, puede obrar facilmente para llenar nuestros días con acciones y sentimientos de amor, y nos puede hacer que vivamos en un abrazo de amor el cual depende solamente de que lo renovemos, para que casi ni se interrumpa. 

Santa Angela Merici era extremadamente apasionada de la Sagrada Comunión Espiritual. No solo la hacía a menudo y exhortaba a otros a hacerla sino que quizo dejársela a sus hijas como herencia para que ellas la practicaran depues. ¿Y que podremos decir de San Francisco de Sales? ¿Acaso no parecía su vida como una cadena de Comuniónes Espirituales? El tomo la resolución de hacer una Comunión Espiritual al menos cada cuarto de hora. 

San Maximiliano Kolbe hizo la misma resolución desde su juventud. El Siervo de Dios Andres Beltrami, nos dejó una corta página de su diario personal, el cual es el programa de una vida sin interrupción de Comuniónes Espirituales con Jesús en el Santísimo Sacramento. Estas son sus palabras: "Donde quiera que me encuentre, constantemente pensaré en Jesús en el Santísimo Sacramento. Fijaré mis pensamientos en el Tabernáculo Sagrado, aun por la noche, cuando despierte de mi sueño, adorándolo desde donde esté, llamando a Jesús en el Santísimo Sacramento, ofreciendo el acto que esté llevando a cabo en ese momento. Instalare un cable telegráfico desde mi estudio hasta la Iglesia; otro desde mi recámara y un tercero desde el Refectorio; y tan seguido como pueda, enviare mensajes de amor a Jesús en el Santísimo Sacramento." ¡Que torrente de afectos divinos deben haber pasado por esos cables! 

Igualmente durante la noche. Los Santos estaban ansiosos de usar estos y otros medios santos, a fin de encontrar un escape para sus corazones desbordantes, pues ellos sentían que no habian avanzado aún bastante en su esfuerzo por amor. 

"Entre mas Te amo, lo menos que Te amo," exclamaba Sta Francisca Xavier Cabrini, "pues quisiera amarte más, mas no puedo. Oh, ensancha, ensancha mi corazón." 

Cuando San Roque fué puesto en la prision al ser convicto de vagabundo peligroso, estando en su celda tenía siempre la mirada fija en la ventana, al mismo tiempo que oraba. El guardia le preguntó: "¿Qué es lo que estás mirando?" El Santo le respondió: "Estoy viendo la torre de la Iglesia." La torre le recordaba de una Iglesia, un Tabernáculo, y de Jesús Eucarístico, inseparablemente unido a su corazón. 

El Santo Cura de Ars, decía a su rebaño: "A la vista de una torre de Iglesia, ustedes pueden decir: Jesús está ahí, pues ahí hay un sacerdote que ha celebrado Misa." 

El Beato Luis Guanella, al viajar en tren con peregrinaciones a varias parroquias, acostumbraba siempre aconsejar a los peregrinos que dirigieran sus mentes y sus corazones hacia Jesús siempre que vieran la torre de una Iglesia a través de la ventana del tren. "Cada campanario," solía decir, "señala una Iglesia, en donde hay un Tabernáculo, donde se celebra una Misa, y donde esta Jesús." 

Aprendamos una lección de los Santos. A ellos les gustaría compartir una chispa del amor que arde en sus corazones. Hagamos la resolución de hacer muchas Comuniónes Espirituales, especialmente durante los momentos más arduos del día. Así, muy pronto penetrará en nosotros el fuego del amor. De algo muy consolador, nos asegura San Leonardo de Port Maurice, y eso es ésto: "Si ustedes practican el Santo ejercicio de la Comunión Espiritual bastantes veces al día, en un mes se encontrarán completamente cambiados." ¿Apenas un mes; está claro, verdad?