DÍA 22
PIDAMOS AL SAGRADO CORAZÓN,
POR LA EDUCACIÓN CRISTIANA
DE LOS NIÑOS Y NIÑAS
PIDAMOS AL SAGRADO CORAZÓN,
POR LA EDUCACIÓN CRISTIANA
DE LOS NIÑOS Y NIÑAS
I
S
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on los niños y las niñas las flores tempranas del jardín de
Cristo y la porción predilecta de su amantísimo Corazón. Jesucristo en su vida
mortal manifestó por la niñez singular preferencia. Un pasaje del Santo
Evangelio nos muestra al Salvador llamando en torno de sí esas tiernas
primicias de su rebaño, y prodigándoles dulces agasajos y recomendándolas
a los cuidados y solicitud de los Apóstoles. La Iglesia, heredera del Divino
Maestro, no se muestra menos celosa en esta maternal predilección.
Pero también el enemigo muestra decidido empeño en apoderarse
de esos corazones; y el mundo le secunda, y muchos padres le favorecen de un
modo espantoso en esta obra infernal de robárselos a Dios. ¡El síntoma más
pavoroso de nuestros desventurados tiempos es la corrupción de la niñez! Roguemos,
pues, hoy, por los niños al Sagrado Corazón.
Salva, ¡oh buen Jesús!, de la peste del siglo a esas pobres
almas, apenas salidas de las aguas de tu Bautismo y ya enlodadas quizás por la
cenagosa corriente de la corrupción. Conserva en sus corazones la posesión
completa que tuviste de ellos cuando por aquel Sacramento los redimisteis de
las garras de Satanás. ¡Mira, Divino Jesús, cómo están hoy deterioradas y
quebrantadas las más bellas flores de tu jardín!
¡Oh dulce Jesús, bondadoso amigo de los niños y niñas!, te
pedimos hoy con mucho dolor por esas prendas que el demonio procura robar a tu
Corazón.
Medítese
unos minutos.
II
¡A quién no entristece ver tan alejadas de Dios a tantas almas
tiernas, que debieran ser el bello adorno y la más preciada esperanza del
Catolicismo! Unas sumidas en las tinieblas de la infidelidad en países no
cristianos, otras entregadas a la educación perversa en escuelas impías, otras presenciando
cada día ejemplos corruptores en aquellos mismos, que por el bien, debieran ser
su espejo y su luz. ¡Cuántos de esos niños y niñas llevan a la primera Comunión
el alma ya embrutecida por el vicio! ¡Cuántos después de esta toma de posesión
que realiza en ellos el Hijo de Dios, lo lanzan inmediatamente de su corazón
para alzar en él el trono de su enemigo! ¡Y cuántos quedarán en poder de este
enemigo la mayor parte de la vida y cuántos eternamente!
¡Oh dulce Corazón de Jesús! Bien merecen estas víctimas de la
astucia infernal, las súplicas más fervientes de tus devotos. Te rogamos, pues,
por este plantel predilecto que ha de ser mañana tu cosecha. Hazla tuya,
líbrala de los lazos que se le tienden, de los falsos maestros, de los malos padres,
de las lecturas y distracciones perversas, de los amigos de la perdición. Se Tú
el Custodio de su candor, el guía de sus pasos, el dulce objeto de sus primeros
afectos; atráelos y enamóralos, ríndelos con el suavísimo influjo de tu amor,
clava en ellos el sello de tu perpetuo dominio, y sea este completo en ellos
toda la vida, traspase la muerte y dure por toda la eternidad.
Medítese, y pídase
la gracia particular.
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