DÍA 24
PIDAMOS AL SAGRADO CORAZÓN,
POR LAS OBRAS DE APOSTOLADO
PIDAMOS AL SAGRADO CORAZÓN,
POR LAS OBRAS DE APOSTOLADO
I
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edimos hoy por todos los trabajos encaminados a difundir en
nuestra sociedad la influencia de la Iglesia Católica y de sus instituciones
contra la acción disolvente y demoledora de tantos que con diversos y numerosos
medios pugnan por descatolizar el mundo. Pertenecen al concepto general de obra
de Apostolado todos los ministerios eclesiásticos; pero de un modo muy particular
se distinguen con este nombre las obras que ejercen bajo la dirección de la
Iglesia los mismos laicos. Las sociedades de caridad, las escuelas y talleres,
los periódicos y libros cristianos, las Academias de Juventud católica y
asociaciones de católicos y todas las que con este o con aquel nombre, se
proponen la reparación de los estragos de nuestros tiempos, la moralización del
pueblo, la protección del pobre, o simplemente el ejercicio práctico y sin
respeto humano de la Religión; todo eso que constituye hoy con diversidad de
organización y de medios, pero con maravillosa unidad de pensamiento, el gran
cuerpo de ejército de Apostolado seglar.
Oremos, pues, hoy por esta imperiosa necesidad de los tiempos
presentes. Oremos por esos hermanos nuestros que luchan incansablemente en
estos campos de acción. Oremos para que Dios sostenga sus fuerzas, aumente su
fe, dé alcance a sus palabras, los libre de la vacilación y del desaliento de
los contratiempos, los corone de consuelos acá y de gloria en el cielo en
premio de sus combates.
¡Oh Sagrado Corazón! Tú eres el jefe de esa espiritual y
generosa milicia, Tú el Nombre de su escudo y el lema de su bandera. Hazlos
contigo un solo corazón y una sola alma, valerosos, dignos del todo de la santa
causa que defienden y de la celestial recompensa que esperan.
Medítese
unos minutos.
II
¡Qué glorioso es ese ejército creyente que, de uno a otro
confín del mundo lucha sin descanso por el nombre de Cristo, mezclado, aunque
no confundido, con ese otro ejército de error y corrupción que sigue la bandera
del enemigo! ¡Qué grandes combates se libran a todas horas entre los de uno y
otro bando por medio del ejercicio de la caridad, de la pluma, de las palabras,
del franco y esforzado ejemplo! ¡Qué grato ha de ser a Dios ver alrededor de la
Iglesia esos hombres y mujeres que de toda edad, de todo sexo, de toda
condición, que trabajan en estas magníficas obras católicas!
Roguemos al Sagrado Corazón que nuestros corazones latan todos
con los divinos latidos del Corazón de Jesús! Que no nos mueva otro deseo
que el de su mayor gloria y la salvación de las almas! Que no nos engañe
el fuego vano de erradas doctrinas que tienden a disminuir la santa intransigencia
del dogma católico!
Oh Corazón de Jesús! ¡Que vengamos a templar nuestras almas en
Ti, fragua de amor infinito; que las saquemos de allí enrojecidas en el fuego
de tu celo y de tu ardentísima caridad! Fuego viniste a traer a la tierra; ¿qué
quieres Tú, sino que sin cesar se avive? Avívalo, Señor, primeramente en nuestros
corazones que ya son tuyos, y sírvete luego de ellos para las grandiosas
empresas de tu santa Religión.
Medítese, y pídase
la gracia particular.
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