DÍA 26
PIDAMOS AL SAGRADO CORAZÓN,
POR NUESTROS HERMANOS DEL PURGATORIO
PIDAMOS AL SAGRADO CORAZÓN,
POR NUESTROS HERMANOS DEL PURGATORIO
I
L
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a iglesia de Dios tiene hijos suyos necesitados aun fuera de este mundo, y
tiene alivio también para estas necesidades de la otra vida. Entre los combates
de la presente y el descanso final de la gloria, hay para muchas almas un plazo
de expiación en que se purgan culpas todavía no purificadas, o se pagan deudas
todavía no satisfechas. Este plazo de expiación, concedido por la misericordia
divina y exigido por su justicia, es el Purgatorio.
El buen devoto del Sagrado Corazón de Jesús no puede
menos que ser amigo del Purgatorio. Hay allí almas que un día fueron
fervorosísimas, que oraron al pie de los mismos altares que nosotros, que
sonrieron con las mismas alegrías cristianas y lloraron con idénticos dolores.
Aman a Dios, le desean, tienen segura su próxima posesión. Pero esta dicha se
les retarda hasta que sea completo el pago de sus atrasos. En sufragio de
ellas, Dios admite nuestras oraciones y buenas obras. ¿Quién se las negará?
Oh Sagrado Corazón! Hazle sentir al mío un tierno afecto, un
vivo interés por el alivio de estas almas hermanas mías, que nada pueden ya
para sí y que todo lo esperan de nuestra caridad. Derrama sobre sus penas los
tesoros de tu Corazón, y apresura el dulce momento de reunirlas eternamente
contigo.
Medítese
unos minutos.
II
Es gran caridad la caridad para con las almas del
Purgatorio. Los grandes santos han sido todos en este punto muy fervorosos. La
Iglesia nos da el ejemplo mezclando en todos sus rezos y ceremonias el piadoso
recuerdo de los difuntos.
¡Es dulcísima la comunicación de nuestros corazones con los de
estos hermanos nuestros, por medio de la oración! ¡Es lazo misterioso, que nos
permite tener amigos aun más allá de la tumba, y aleja de nosotros la idea de
una separación total!
¡Padres, hermanos, amigos, bienhechores! ¡yo sé que me
escuchan en el Corazón de Jesús y que por vía de Él reciben y agradecen mi
cariñoso recuerdo!
¡Oh Sagrado Corazón, suavísimo intermediario de estas hermosas
confidencias! Da a esas almas la paz que por ellas te piden tus amigos de la
tierra, a fin de que un día nos reúnas a todos, en las inefables dulzuras del
cielo! Acepta por ellas nuestras oraciones, nuestras limosnas, nuestra
Comunión, nuestras mortificaciones, nuestra devoción a Ti. Porque sabemos que
te son queridas, las recomendamos a tu compasión. Los méritos de tu vida,
Pasión y muerte; las lágrimas de tu Madre; las virtudes de tus Santos; los
servicios de tu Iglesia; todo te lo ofrecemos en pago de tales deudas, para que
bondadosamente se lo apliques.
Medítese, y pídase
la gracia particular.
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