“El Señor del sábado”
Por San Elredo de Rieval (1110-1167), monje cisterciense
Espejo de la caridad, III, 3,4,6
(para reflexionar)
Cuando el hombre se aleja de la
barahúnda exterior, se recoge en el secreto de su corazón, cierra la puerta a
la multitud de vanidades ruidosas, cuando se aparta de sus tesoros, cuando ya
no queda en él nada agitado o desordenado, cuando sus afanes cesan, nada le
constriñe, al contrario: cuando todo en el hombre es serenidad, armonía, paz,
tranquilidad, y cuando todos sus pequeños pensamientos, palabras y acciones
sonríen como se sonríe al padre de familia que está reunida en paz, entonces
nace en su corazón, de repente, una maravillosa seguridad. De esta seguridad
viene un gozo extraordinario, y de este gozo brota un canto de alegría que se
convierte en alabanza de Dios tanto más ferviente cuanto más conciencia se
tiene que todo bien nos viene dado de parte de Dios.
Esta es la gozosa celebración del sábado que viene precedida de los seis días
en que se realizan las obras. Primero hay que sudar en el cumplimiento de
nuestras tareas y obras buenas para luego poder reposar en la paz de nuestra
conciencia... En este sábado el alma gusta “cuán bueno es Jesús”(cfr Sal 33).